El estrepito escurridizo
que se desliza indómito y silencioso
es el despertar a la muerte,
la contracción de la carne
en espera del reflejo carmesí,
de rituales sombríos
de dioses del ocaso
En un ondular plateado
la luna se desliza entre la hojarasca.
Guturales figuras emergen de entre las sombras
y en la explanada todo vuelve a la nada.
En ese exhausto respirar de la naturaleza
la vida toma formas parcas,
el rocío las recubre,
brillan diamantinas las esperanzas.
La desnudez da a luz
a una estirpe curiosa
En ese estado de quietud
la esperanza cesa,
la lucha se extingue,
la premura da paso al éxtasis.
Dormitan las estrellas
y en su compas afiebrado
mi imagen se torna borrosa.
La disolución comienza,
la espera acaba
¿Has bebido ya lo suficiente?
¿No es acaso un amargo trago?
¿Por qué huyes felicidad?
¿Por qué tan escurridiza?
En estas arenas doradas,
insoladas y deshidratadas,
no encontrarás el fecundo receptáculo.
Dale alcance en su cuna,
en su nodriza sutil,
en una fértil amalgama.
Hacia la brumosa costa
viajan voraces los estertores
en busca de oídos ciegos,
de temperamentos contagiosos
El olvido se hace de los corazones,
la nostalgia se pierde en el oleaje.
Cuerpos yacen en acantilados
sus huesos crujen en ansiedad
de lo que nunca fueron ni serán.
Es el juego de las sombras,
la luz de las tinieblas,
el despertar de los olvidados,
olvidados de Dios y del mundo,
que socaban este minúsculo globo
entre gritos de silencio y soledad,
espejismos del holocausto,
corazones rendidos,
abortos del ensueño
Danzan al compás del tiempo,
a él rinden culto y homenaje.
Desafían la verdad al desconocerla.
Cortezas vacías,
esbozos de sí mismos,
delicadas fantasmagorías,
pero fantasmagorías al cabo.
En esta Walpurga olvidada
se encuentra el fermento de vida,
el elixir de los muertos,
el leteo de los vivos,
el fuego celeste.
Anhelo y vida.
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